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¿Qué sucedió con el tiburón del Gran Lago?

Las primeras referencias sobre la existencia de “grandes peces” en el Gran Lago de Nicaragua se encuentran en los escritos que el cronista de las indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, recopiló en su Historia General y Natural de las Indias, donde acuciosamente, supuso que utilizaban el río San Juan como el medio de conexión entre el Gran Lago y el mar Caribe, tal suposición la basó al encontrar en el año 1529 sobre la costa del lago un escualo “el qual nunca hombre vido ni es muerto sino en la mar… y yo le he visto tan grande, que un par de bueyes con una carreta tienen assaz carga en tal pescado… y no podía ser sino que entró por el dicho desaguadero”. Capítulo IV Libro XLII.

El representante diplomático de Estados Unidos en Nicaragua en 1852, Mr. Ephraim George Squier, describió la existencia de una numerosa población de tiburones en el lago, en un reporte a Washington, el diplomático  escribió que “los tiburones eran muy abundantes en el lago, los lugareños los llamaban tigrones por su rapacidad, e incluso, que algunas veces, los escualos atacaban a los bañistas en las riveras del lago” y citaba además, la presencia de numerosos tiburones nadando cerca de la vieja fortaleza en Granada.

A partir de entonces, la fama de los grandes tiburones y peces sierra de agua dulce que se encontraban en el Gran Lago de Nicaragua fue en ascenso, llegándose a conocer los primeros como tiburones Sarda, a quienes los taxónomos Gills y Bransford, los nombraron como Eulamia nicaraguensis (Gill 1877) y dado que la población era tan grande, se creyó que también co-existían con otro tiburón al que denominaron Carcharhinus nicaraguensis (Gill 1877), debieron pasar muchos años y muchas investigaciones para llegar a la conclusión que en realidad se trataba de un solo tipo de tiburón, el tiburón toro, cuyo nombre científico es Carcharhinus leucas y que es además natural de un ambiente marino.

Los primeros estudios enfocados sobre estos “tiburones de agua dulce” fueron realizados en las décadas de los 40 y 50 por el naturalista científico y jesuita Ignacio Astorqui. A finales de los años 50 Thomas Thorson, de la Universidad de Nebraska, llegó a Nicaragua para estudiar la fisiología del tiburón toro, (de cómo era capaz de pasar y adaptarse de un ambiente marino a un ambiente salobre y luego dulceacuícola), los resultados se publicaron en 1962, pero en la realidad fue el inicio de un gran número de estudios sobre el tiburón, incluyendo el marcado de ejemplares para conocer las rutas de movimiento y sus ciclos de reproducción, Thorson marcó 1,450 tiburones juveniles en varias desembocaduras de ríos en la costa Caribe, recuperando 10 de ellos en el Gran Lago; de los 146 marcados en San Carlos, 28 se recuperaron a lo largo de la costa Caribe, el ejemplar de mayor tamaño capturado por el científico en el Gran Lago fue una hembra de 2.05 metros de largo. Entre 1966 y 1971 logró marcar a más de 4 mil tiburones en la boca del río Colorado.

De acuerdo a Thorson, durante el desarrollo de sus investigaciones conoció que en San Carlos en una casa sobre el río, una mujer en seis meses había logrado acopiar cerca de 2,000 tiburones y conoció de otro pescador que en una operación comercial de ocho meses logró la captura de casi 7,000 tiburones, a pesar de la evidencia de una fuerte pesca dirigida, el estudioso se inclinó mas por señalar como causa del declive de la población de tiburones, la pesca intensa que se realizaba en la boca del río Colorado, ejercida para abastecer a tres empresas de San José que comercializaban las aletas, las mandíbulas y la carne; para comienzos de los 70, esto significaba la captura de varios miles de tiburones al año, estas capturas tuvieron un impacto directo en las poblaciones que se concentraban en las desembocaduras del río Colorado y del San Juan y en consecuencia en aquellos grupos de tiburones que lograban remontar el río aguas arriba.

El comercio de las aletas, cartílago y carne de tiburón tenía una gran demanda en los mercados del lejano oriente, y no tardaron en llegar al país comerciantes del Japón con el interés de explotar el tiburón del Gran Lago, en Japón la carne de tiburón seca, salada y ahumada es de gran demanda, por lo que a mediados de los años 70 los japoneses instalaron en el lago Cocibolca, dos grandes plantas procesadoras de carne de tiburón, estas plantas industriales llegaron a exportar más de 4 millones de libras de aletas y carne de tiburón con destino a los mercados de Asia y cuando las capturas declinaron a niveles de no rentabilidad, fueron cerradas en el año 1981.

Jacques Yves Cousteau, también realizó estudios sobre el tiburón de agua dulce de Nicaragua en los años 80 en el lago Cocibolca.  Cousteau recorrió el río San Juan y las islas de Solentiname intentando comprobar si los tiburones del lago de Nicaragua habían desarrollado una evolución específica y trataría de descubrir la relación con ejemplares similares como los “tiburones dormidos” de las cuevas de Quintana Roo, en México. Debido a lo escaso de las capturas, el estudio no fue concluyente.

Alrededor del año 1995, científicos japoneses visitaron el Gran Lago, con el objetivo de obtener muestras de sangre de los tiburones toro y con ella realizar estudios genéticos para determinar si su adaptación o presencia en el lago estaba relacionada a cambios genéticos, sin embargo, las capturas durante esa campaña fueron nulas.

En el año 2006 formé parte del desarrollo de un estudio sobre la biología pesquera de las especies que viven y transitan desde punta Petaca a la desembocadura del río San Juan, durante las actividades de pesca realizadas, logramos la captura de casi todas las especies de peces que viven en la zona, pero del tiburón toro, no obtuvimos ni un rastro.

A modo de conclusión, podemos señalar que la desaparición a nivel de extinción del tiburón toro en las aguas del lago de Nicaragua, se debe a la suma de determinados factores que lo llevaron a su actual estatus:

El nivel de pesca comercial que se ejerció intensivamente en la boca del río Colorado, impactó profundamente en las poblaciones de tiburones que intentaban entrar al caudal de agua dulce para remontar el río, hasta alcanzar las aguas del río San Juan y proseguir rumbo a los raudales del Castillo y luego hasta el Gran Lago.
La captura comercial de tiburones que se hacía a lo largo del río San Juan y particularmente en las cercanías del poblado de San Carlos, donde se capturaba a gran parte de la población de tiburones que habían logrado entrar y que remontaban el río.
Una intensa pesca comercial en aguas del Gran Lago, particularmente en la zona de las islas de Solentiname,  para abastecer de materia prima a la empresa japonesa que se había establecido en Granada, y finalmente
El incremento paulatino de los niveles de sedimentación en el río San Juan, que fue reduciendo rápidamente el espacio de agua entre el lecho del río y la superficie, hasta hacerlo en ciertos tramos intransitable hasta el día de hoy, lo que creó una barrera natural infranqueable para los tiburones y así también para otras especies marinas que entraban a alimentarse y a poblar estas aguas.

Para nosotros y nuestros hijos, nos quedan las historias contadas desde los tiempos de la colonia, los estudios de quienes descubrieron y documentaron la existencia de estos elasmobranquios, las fotografías de las inmensas presas capturadas durante las fuertes campañas de pesca, la fama efímera de haber tenido un lago poblado por tiburones “de agua dulce”, y el registro escrito de los errores cometidos, que se juntaron para que nosotros heredáramos tan solo el recuerdo de la existencia del tiburón del Gran Lago.

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